«Al principio los hombres no sabían controlar el fuego, vivían en cuevas, usaban armas y herramientas hechas en piedra, se vestían con pieles y vivían de la caza y la recolección de frutas y vegetales.
Y los dioses llegaron a Ania, descendiendo desde las montañas, donde tenían su morada, con grandes antorchas de fuego y se repartieron el mundo. Eran auténticos gigantes, el doble de altos que los hombres y mucho más fornidos.»